domingo, 15 de julio de 2012

ADRIAN – AGRIANA


Buenas noches, -dijo, echando hacia atrás la blonda melena, enfundada en aquel vestido negro, escotado, con elegantes mitenes. La boquilla larga se posaba de vez en cuando en los labios estrictamente delineados en rojo, y al calor del tabaco, entornaba los párpados azules de rizadas y abundantes pestañas. Estaba increíblemente hermosa.
Me llamo Adrián, pero me pueden decir Agriana. Esta es mi primera noche en mi nuevo estado. He llegado a la meta: por fin tengo una cara qué pintar, unas piernas qué enseñar, y unas nalgas qué prestar. Es maravilloso ser la encarnación de una mariguanada colectiva: la mujer siempre depuesta, ¡perdón! dispuesta, que no envejece, no se enoja, no se embaraza, no nada, porque es recatada. Realmente, es estratégico tener la posibilidad de presumir de Power Ranger y al mismo tiempo, desmayarme o echarme a llorar por cualquier cosita. Es lo más padre de la liberación femenina.
Cuando era Adrián, tenía miedo de quedarme calva, ¡ahora, hasta me pongo mis moños de vez en cuando! De chiquito, mi papá quería que fuera luchador de zumo: ahora voy a ser multípara: estoy juntando para ponerme un horno de microondas o ya de perdis un hoyo Express, y tener los bebés en nueve minutos, no como esas pinches antiguallas que se tardan nueve meses, ¡con razón hasta el trabajo les quitan! La vida es así, -chasqueó los dedos- rapidito y de buen modo, ¡flojitas y cooperando, nunca será suficiente!
Todavía la semana pasada, no podía quitarme el saco en el metro porque me confundían con ratero: ahora, todo mundo me quiere esculcar. Antes, era sólo la parte inservible de un pene, mataba el tiempo jugando dominó con mis amigos y me lavaba el cerebro leyendo Playboy; ahora lo sacrifico, leo con fruición Bárbara Cartland y puedo ser monja, casada, virgen y mártir, según conveniencia; la de él, no la mía.
A él lo conocí hace dos años, tenía una novia que resultó casada. No sabía que yo era el sancho hasta que él apareció y pasé a ser la otra. En ese momento, decidí mandar mi historia a Marie Claire, para ver si me iba a París de Luna de Miel. Mientras me imaginaba en las primeras páginas del jet set, me propuse usar Playtex con orgullo y hacer votos de obediencia, pobreza y castidad: no cumplir promesas, ni deberes, ni años; no tener hijos, ni amigas, ni dinero; no contar chismes ni contar con nadie, hasta que él me dé la certeza de que el mundo puede cambiar.
Valió la pena: ahora he podido encontrar el sentido contrario de la vida: con él he conocido lo voluptuoso de tenderme cuan larga; con su ex me tendía, pero más bien como bandido.
¿Saben? En otro tiempo, era chapado a la antigua: me escarbaban tantito y salía todo el cobre. Ahora soy una mujer liberada; en las mañanas, transito por el mundo del trabajo bien vestido, mal pagado, trashambrido y maquillado. Por la noche, pulverizo una píldora anticonceptiva con las rodillas en lugar de tomármela y hasta sueño con llegar a ser violado por un ovni Ya no hay príncipes azules y además, con esta facha, como no sea un marciano, nadie más se va a fijar en mí. Yo quería operarme en Houston, pero sólo hubo dinero para el Seguro Social. Me tengo que conformar con parecer Marilyn Monroe si hubiera llegado a vieja.
En fin, ahora que ya dejé los riesgos del Prestobarba, que logré sacarle la vuelta al cáncer de próstata y no tendré que hacerme ninguna mamografía, que puedo despernancarme igual con falda que con pantalón, he decidido hacer obras de caridad: levantar del arrollo a todas esas fans de la marginación, convencerlas de que la mujer no nace, se hace...
No pronunció la palabra “Buey”, pero la dio a entender balanceando las manos a los lados de su cara, y sacó la lengua como si fuera un niño con síndrome de Down; el delicado manicure de sus uñas nacaradas le agregaba obscenidad a la seña.
Quiero persuadirlas para que vayan a sus casas a darles de comer a sus bebés con gotero o con embudo, que empiecen a formar gente entrenada en las diferentes modalidades del tehuacanazo: gente templada, que sea capaz de aguantar vara con los judiciales, hambre con los empresarios, guerra con los granaderos, peste con la planta, de Jumex o de Pemex, no importa si muere estoicamente de sida, ébola, influenza, ¡tantas oportunidades que hay ahora para el ser humano! ¡No mueres porque no quieres, ni vives como tú quieres!
Ahora que puedo ver el amplio horizonte de mis nuevas congéneres, me gusta cómo utilizan el tiempo defendiendo el derecho de una ama de casa a trabajar de sirvienta; a eso le llaman ser feminista. ¡Ay, amigas mías! ¡Por favor, yo sé lo que les digo! Imiten a los hombres; cásense tarde, muéranse pronto, y la fuerza del Soldado Desconocido, la astucia del Judío Errante, y la prestancia del Charro Negro, estarán con ustedes.
En fin, como a la tierra donde fueres haz lo que vieres, seré pionera del narcotráfico y después de chingarle el numerito a Camelia la Texana, me volveré a operar para ser piloto, de boiler; el fuego interno nunca se debe apagar.
Realmente, no hay mucha diferencia entre llevar los pantalones y tener las enaguas bien puestas. Cuando se trata de fajar, lo mismo da que sea el cinturón que las pantaletas.
Mi papá decía “la mujer tiene la fama, y el hombre la mercancía”. Nunca entendí a qué se refirió, pero ahora soy juez y parte: ya compré toda la fama –se palmoteó los senos- la mercancía, está acá atrás. –se dio una nalgada en el amplio trasero cubierto de lentejuelas- ¡Bye, bye! –y se fue, seguida de los reflectores. Por todos lados se escuchaban aplausos.