martes, 20 de septiembre de 2011

Palabras de órdago.

C
Cabra

"Se le van las cabras". En la familia no era habitual esta expresión, en realidad ni siquiera se le conocía. La oí decir fuera de casa. Se dice de todas las personas que enloquecen y se dice así, que se les fueron las cabras. Viéndolo bien, es una expresión dulce y decente.

Como nosotros estábamos locos, pues fácil es suponer que ni siquiera nos diésemos cuenta de que nuestro ganado se había ido a pastar a quién sabe dónde y cuando reparábamos en que faltaban algunas cabezas, salíamos a buscarlas. Entonces aparecían animales de todo mundo, menos los nuestros. Esos, si no regresaban solos, eran hallados por la mamá o la tía, y si eran cabras confidenciales, se armaba la de Dios es Cristo.

Lo mismo ocurría cuando mis hermanos o yo encontrábamos algún ejemplar desbalagado de la abuela o de papá. Nos ponían como campeones por estar descobijando en público a los próceres insignes del recinto familiar. Pero eso nada más ocurría cuando intentábamos hacer cambalache. Ya se sabe que, entre hermanos, los pleitos están a la orden del día.

Con la prohibición de cabrearse convivíamos cabreados, en atmósfera cabreante. Tuve que ser muy cabrona para ya no pastorear, pues a aquel que decidía que no quería ser cabrero, le daban de cabronazos o se iba de cabroncete a encontrar un cabronzuelo, muy cabronamente dócil, o dócilmente cabrón.

Se sabe ya que las cabras son mamíferos, rumiantes. Se dice que son rebeldes, ¡pero si son de corral! Igualito a ser borrego, pero con cuernos y ya.

miércoles, 27 de julio de 2011

Dos que tres mensonerías

Una sociedad secreta que solo existe 
en la imaginación colectiva 
es tan importante como la que responde 
a una realidad específica. 
Jean Robin.
                                                                                                    
El nacimiento de una sociedad secreta pretende satisfacer necesidades de orden mítico y reflejar, en nuestro aquí y ahora cambiante e ilusorio, un más allá inmutable. El aspecto tenebroso que suele adjudicársele a una agrupación de esta índole, depende del inconsciente colectivo, pero en los países que profesan la fe católica, donde la masonería ejerce una enorme fascinación en las altas jerarquías sacerdotales, la noción de que es pecado militar en ella, entra en conflicto con la idea de que no se puede progresar en lo económico y lo social si no se busca la pertenencia al grupo adecuado.


De acuerdo con Jean Robin, hay dos tipos de masonería: una auténtica y realmente liberal y otra creada por las altas jerarquías católicas para preservar su poder, luego entonces, las sociedades secretas católicas se formaron con fines teocráticos,  hegemónicos y excluyentes. En ellas no puede estar nadie cuyas vidas, conductas y profesiones se encuentren fuera de los cánones de moral dictados por el Vaticano. Son poderosísimas, al grado que en ciudades enteras han creado entornos culpígenos, que son causa de que la gente busque, a toda costa, negar y omitir para dar la apariencia, donde la única certeza que se tiene es que en cualquier descuido, se recibirá maldad de la gente.
         
En la época del gran furor esotérico, es decir a finales del siglo XIX y principios del XX, gobernaba en México Porfirio Díaz, todo estaba afrancesado y es muy probable que las sociedades secretas mexicanas de aquellos años, católicas o no, hayan recibido la influencia de grupos como “El Abetal”, de maestros como René Guénon, mentor de Jean Robin.
         
A pesar de que ya se le había dado muerte a Maximiliano, de que Ignacio Zaragoza había ganado la batalla del 5 de Mayo y la Guerra de los Pasteles había quedado en el bote de la basura, Francia y lo francés continuaban vivitos y coleando en los corazones de México y los mexicanos.
         
Creo que la causa por la que es tan inquietante la idea de una sociedad secreta, radica en la imaginería popular. Una de las fantasías que circulan  consiste en pensar que al aspirante se le dice que el contacto con el grupo no lo hará rico ni poderoso y, sin embargo, los antiguos, a medida que van subiendo de grado, obtienen riqueza y poder.
         
No se puede negar la influencia de estas asociaciones aún entre los que no pertenecemos a ellas, ¿cuántas personas no van por la vida diciendo que no quieren o que no les interesa precisamente aquello que andan buscando y a lo que dedican todos sus esfuerzos?
         
Las sociedades secretas han existido desde tiempos remotos porque, para las clases que detentan el poder económico y político, ha sido imperativo ejercer un control sobre la gente, a veces, incluso, sobre reyes y señores feudales. El motivo que las ha gestado es buscar la eficacia en los medios de control que se vayan inventando. Su verdadero papel es el de guardianas del ascenso social, encargarse de frenar o permitir el paso de quienes convenga.
         
De los libros que hablan de ellas se desprende que, cuando es posible decir algo con conocimiento de causa, es porque el grupo reseñado fracasó en la misión que le fue encomendada; no se percibe una intención de desenmascarar para destruir, sino nada más medio explicar cómo están hechas la trama y la urdimbre, y que cada lector vea, o se imagine, en qué sitio está parado, pues el mundo heredó, en todas las actividades, la forma de ser y comportarse de una suciedad excreta.




miércoles, 25 de mayo de 2011

Palabras de Órdago B

Palabras de Órdago B

Bárbaro
Escuchar “¡qué bárbaro (a)!” en casa, era la señal de que algo estaba pasando. Cuando no era mi madre, eran las tías y si no, las sirvientas. Como lo decían siempre que les impresionaba algo, entendí que bárbaro es lo que destaca. Por muy bueno, o por muy malo.
Curiosamente, papá y Alejandro jamás la pronunciaron. Creo que para ellos nada era bárbaro. Tal vez tenían chance de usar expresiones más enjundiosas. Para ellos, los hombres tenían derecho a las groserías, siempre y cuando las dijeran con cara de palo.
El acabose fue cuando tuve, en la escuela, una compañera Bárbara. Nunca entendí por qué sus padres le pusieron así. Hay nombres propios que más parecen apodos. La misoginia se manifiesta en formas muy sutiles. No es gratuito que una palabra que significa formidable, extraordinario, extranjero, inculto, grosero y cruel, sea nombre de mujer.

Barrio
Para mamá sería una ofensa si yo hablara del barrio en el que vivo. Siempre se nos dio a entender, a mis hermanos y a mí, que un barrio era un lugar pobre y que toda la gente que vivía en un barrio era menesterosa y desgraciada. Peor tantito cuando me di cuenta de que a los panteones les dicen “el otro barrio”. Mandar a alguien al otro barrio significa matarle.
Las palabras se vuelven groserías en la proporción en que sacan a relucir situaciones de carencia económica, afectiva, o simplemente, no tener vida.

Bemoles
En música, “bemoles” son las notas intermedias en una escala ascendente. Cuando la escala va en sentido contrario, esas mismas notas se llaman “sostenidos”. La presencia de bemoles y sostenidos en una partitura, determina el grado de dificultad de ejecución de una pieza.
En casa se usaba la palabra “bemol” para remarcar que algo era difícil de conseguir. Al oír hablar a los adultos de la familia de cosas que tienen bemoles, me echaba a temblar. Creo que eso fue lo que cooperó para que no pudiera aprender nada de piano, pues al decir la maestra, en la escuela, “¡fíjate bien, aquí tiene un bemol!”, yo ya no ataba ni desataba. ¡Y pensar que en casa nunca vieron el tablero completo! En la vida todo tiene bemoles y sostenidos, pero no es nada que no podamos resolver.

Barbaján
En casa había tal violencia, que creía que esta palabra era el nombre de papá. De acuerdo con el diccionario, todavía en mis años de infancia se usaba en México y Cuba para referirse a un hombre rústico, es decir, un campesino.
Hoy en día poco se le oye y cuando alguien la dice, es para señalar a un hombre grosero y desconsiderado en su trato con las mujeres. Que ese era el significado con el que más me familiaricé, mamá se encargó de ello.
Papá era hijo de campesinos. Ricos, pero no urbanizados. Al venirme a la mente la cara encabronada de mamá llamándolo barbaján, ya no se si en verdad le reclamaba por alguna grosería o simplemente le estaba echando en cara su origen campirano.

Bestia
Se dice de la persona cuyos atributos son el uso de palabras o modales groseros, echar mano de la fuerza antes que de otra cualidad. Torpeza e ignorancia. Dominado por cualquier instinto.
Se usa como insulto para destacar cualquier detalle que acerque al insultado a la condición de animal. Luego entonces, el regalito puede llevárselo quien tenga robustez, fuerza y una gran musculatura, impulsividad, ¡cualidades a lo bestia!
Papá y mamá hacían mucho hincapié en la nutrición, en lo que nos daban de comer, en lo fuertes y bien dadotes que estábamos mis hermanos y yo. Para ellos éramos tremendos, descomunales, magníficos, extraordinarios, impresionantes, formidables, estupendos, para bien o para mal. Y teníamos que ser forzosamente bestiales. Las medias tintas ahí jamás funcionaron.

Braguetazo
Golpe dado con la bragueta. En realidad esa es la definición tal cual. Nada tendría qué ver la boda de un hombre pobre con una mujer rica y/o de clase social más elevada, si “Braguetazo” no fuera derivado de bragueta, que es la abertura del pantalón, palabra embarrada de un tabú, por que da la casualidad de que la abertura, en pantalones para hombres, es delantera para que ellos no tengan dificultades al momento de orinar, un motivo práctico.
¡Pero qué caro ha pagado “bragueta” el haber sido designada la puerta de fácil acceso a los genitales masculinos! Eso ha convertido en groserías a todos los miembros de su familia. Ser un hombre de bragueta, por ejemplo, tiene dos significados: cogelón o muy valiente. Y como ya conocemos la inclinación de los seres humanos por señalar el defecto, pues el concepto más socorrido es fácil de suponer. Lo mismo ocurre con “braguetero”. ¿Por qué quiere decir lujurioso o mujeriego, si bien podría ser obrero especialista en la fabricación de braguetas?
En corte y confección, tienen bragueta las faldas además de los pantalones y no solamente es la abertura delantera; puede ir a la izquierda o por detrás.

Bruto
En una familia como la mía, el que se conduce con brutalidad es quien llena las expectativas de lo que mamá, o papá, o cualquier adulto, espera del comportamiento de un menor. Aunque se plantee la alternativa de ser muy neto, se procede a la exclusión de quien la elige.
En la vida también se precisa del adorno, de la parafernalia que ayude a salir por peteneras, para ser irracional cuando conviene y brutear un poco, o más bien, hacerlo en la medida que se quiera parecer intelectual.
Mis hermanos y yo no fuimos en realidad hijos de familia, sino más bien una especie de producto interno bruto. Diamantes en bruto, decían a veces mamá y la abuela, cuando trataban de convencernos de que éramos necios, incapaces, toscos, pero eso sí, ¡brutales!

Burrada
Papá me enseñó la palabra. Para él, todos mis alcances se reducían a hacer burradas. Mis logros no podían tener otro nombre. Entonces, lo comencé a burrear. Lo supe la primera vez que lo imité y mis hermanos me servían de público. Aún conservo la posibilidad de hacer la voz que me sirvió para arremedarlo: “Además, yo no estoy pintado. Me tienen que pedir permiso”.
Mis hermanos tenían los ojos del tamaño de un plato cuando llegó papá. Todo se esperaban, menos lo que pasó: estaba muerto de risa, pero quería parecer enojado y entonces dijo: “Muy bonito”, me dio un beso y nos llamó a cenar.

Buscona
Esta palabra pertenece a la familia del verbo buscar. Es claro, entonces, que todavía está muy mal visto que una mujer haga diligencias para encontrar algo, porque puede resultar irritante y provocar el caos en la vida de quienes la rodean.
Especialmente irritante y provocativa para los hombres que se acercan con intenciones ocultas, porque quieren las ventajas de tener una compañera, pero sin asumir los riesgos de la convivencia.
Indagar, pesquisar, explorar, registrar, hurgar, sondear, investigar, inquirir y escudriñar son cosas que una no debe hacer, so pena de perder el estilo, ¡dejar de ser femenina y decente! Pero sin una ración, aunque sea pulguística de busconería, no habría mujer que tuviera oficio al lado de ningún señor.

domingo, 15 de mayo de 2011

Las muertes de Ilhuitlaltepetl

En ese Pueblo de Fiesta hay muertes que lamentar. Son cuatro. Están en un altar grande que antes era de la Virgen. Ya no sé si realmente tienen o soy yo quien les atribuye algo maligno, porque sentí raro y feo al contemplar las estatuas, vestidas dos de ellas con ropas azules y doradas con tocado y encajes. Esas imágenes tienen, además, sendas pelucas Las otras están calvas; una se viste de rojo y trae el mundo en la mano izquierda y la otra, vestida de fraile, con una guadaña en la mano derecha.

Ni punto de comparación con las calacas de chocolate y azúcar que comemos el Día de Muertos. Nada qué ver con las ofrendas del 31 de octubre al 2 de noviembre, para conmemorar a los muertos y recordar que nosotros también moriremos el día menos pensado. Estas muertes no tienen nada de chusco, no me imagino a la Catrina ni a ninguna calaca de José Guadalupe Posada encaramada en semejante nicho, con una ofrenda por demás deslucida, no importa que haya manzanas embadurnadas con miel, agua, incienso, comida chatarra, alegrías cocadas, palanquetas y pepitorias, vino, veladoras, aguardiente. No había cempasúchiles; ni siquiera un arreglo de funeraria. El papel picado brilla por su ausencia, ¡qué lejos del colorido de las tumbas de Mixquic! Hasta las veladoras se perciben apagadas, con todo y que tienen flama.
Me quedé un ratotote para saber en qué estribaba lo feo, qué era exactamente lo raro que sentí, me quedé en Babia. Cuando un ser humano o un animal muere, al terminar el proceso de descomposición del cadáver nada más permanece, casi intacto, el esqueleto; por eso ha pasado a ser la calavera pelona el símbolo de la muerte, pero la muerte no es buena ni mala. Es un fenómeno natural.

El emblema de la calavera y los fémures cruzados en medio de una bandera negra, era la insignia universal de los piratas. Es dibujo que aún se usa en los frascos de veneno para advertir el peligro de muerte. Las amenazas de esa índole son el “ábrete sésamo” de los delincuentes.

Morir es un verbo y puede ser conjugado en todos los tiempos y personas. Es una especie de superlativo sin la partícula muy o la terminación ísimo: al morir de ganas de algo, no hacemos más que buscar imperiosamente restablecer las condiciones que nos permitirán seguir vivos; no es más que desear algo con toda la fiereza que nuestra vitalidad nos permite. Cuando estamos muertos de algo, estamos más vivos que nunca.

La Santa Muerte, la Mujer Inviolada, bueno, sí es una virgen, pero, ¿santa? ¿A santo de qué? Sí que conviene escuchar el testimonio de aquellos que se han convertido a ese culto; revela cosas interesantes:

“Cuando me critican, les digo que nadie va a disponer de mi vida sino Dios y que la Santa nos va a llevar a todos”, “Mi marido estaba a punto de morir, pero gracias a Dios y a ella se salvó”, “Ella era antes un ángel de Dios, pero cuando se llevaba un alma sufría mucho y por eso Diosito la hizo así, sin ojos ni oídos, para que no viera ni oyera nada” ¿Cómo es entonces que oye las plegarias de la gente y ve los sufrimientos en el mundo? “Ella se pone triste cuando la usan para el mal”, ¡pero concede lo que se le pide! ¡Qué cómodo! Convertirse a una religión en la que jamás se corre el riesgo de ofender a la deidad; nada más se la entristece, como a cualquier persona enferma, que no dice ni hace nada y acepta maltratos, rechazos, y se deja utilizar.

¿Qué tan bueno es poner a la Muerte como el sustituto de todas aquellas personas o cosas con las que podemos obsesionarnos y hacer de ello una religión? ¿Servirá de veras para revertir las tendencias de una personalidad enfermiza? A la Santa Muerte se le reza; a las personas se les dice lo que quieren oír, a la Parca se le hacen ofrendas; a la gente regalos. En toda relación patológica hay objetos que sirven de ancla; en la religión hay imágenes bendecidas, veladoras, misales, escapularios, amuletos, escudos simbólicos que nos hacen sentir que el santo de nuestra devoción nos cubre las espaldas.

Una versión moderna del escapulario puede ser el chaleco antibalas que usan los policías, que a la hora de los cocolazos nomás les sirve de adorno y a muchos de ellos, les queda más de brassiere.


miércoles, 4 de mayo de 2011

Mi puerta de entrada al mundo

Cuando supe que mis padres habían vivido en la Roma en la época en que me esperaban, comprendí por qué esa colonia me gusta.
         Aunque el parto de Esperanza fue atendido en un hospital ubicado en San Miguel Chapultepec, a un pasito de Tacubaya, siento más bien aversión hacia ese rumbo. Mi nido son esas calles con nombres de estados y ciudades de mi Patria.
         Me gusta su imagen: glorias pasadas y blasones carcomidos por las ratas; fantasmas de riqueza que pululan en el viento. Camino por las calles y contemplo vetustas mansiones convertidas en vecindades.
         Imagino, como si recordara, a los ricos porfirianos: entran y salen de las casas, abordan carruajes, presumen corpiños, polisones, abanicos, fistoles y levitas. Los que montan a caballo vienen caracoleando y las manos enguantadas se mueven en un saludo que encubre la sonrisa despectiva.
         La pobreza y la opulencia son comadres que se ven de vez en cuando y se saludan de beso. Una envidia lo estirado; la otra quiere libertad y se hieren con los ojos o se matan con silencios. Esos rotos y catrines que no nos pudieron ver, ¿nos podían imaginar?
         Mi puerta de entrada al mundo fue la colonia Roma. Dicho al revés: se ama al prójimo, a sus bienes y a uno mismo. Se ama al perro, al indigente y a veces, se finge amor. Tal vez no he sido querida, pero ahí me quiero ver. No siempre vivo feliz, pero ahí pude ser yo.

lunes, 18 de abril de 2011

Ilhuitlaltepetl


El paradero Indios Verdes es mi aeropuerto; me gusta despegar y aterrizar ahí. Lo alegre y lo enojoso se dan la mano como en ningún otro sitio. Es una mezcla de Mercado de Taxco y Terminal de autobuses.
No sé si sea por la cercanía con la Villa o por ser una salida del Distrito hacia el norte, pero la gente parece volverse etérea; angustiosamente audible, mañosamente tangible, jocosamente visible, completamente volátil.
El intercambio, carga y descarga, transitan pasajeros, suben, bajan maletas, pregones, musicotas tropicales, guapachosas, románticas, guitarreras. Vocejones preguntando “¿qué va a llevar, qué le damos?” Llantos y risas de niños que juegan a grandes y desalmados.
Acá, las tazas de porcelana repletas de chocolates; junto están los pergaminos con los poemas de amor: algunos chatos, otros, de plano desnarigados. Los muñecos de peluche me sonríen y yo quiero ser solemne con los cocteles de frutas que las abejas, voraces, acaparan para sí.
En las micros de Insurgentes, nadie sabe que Ilhuitlaltepetl existe: todos creen que es Indios Verdes.
Lugar de la Fiesta Eterna, deberían decir los camiones que llegan desde San Angel. En la avenida Montevideo se empieza a sentir la gresca que se desborda en festejo y en el toma y daca de moquetes, y en la lucha continua por bailar la misma danza: por estar cada quién a su manera sintonizado en vivir, recibir y dejar ir.
Remolino de inquietudes, puertas de entrada y salida, mundos que vienen, o huyen, que nunca se van a ir.

sábado, 16 de abril de 2011

Ilusiones ópticas

De pie junto a la puerta del microbús, lista para bajarme por la Vía Morelos, descubrí, entre los edificios aún lejanos, una silueta del Siervo de la Nación: el paliacate blanco envolviendo su cabeza. Era sacerdote en mil ochocientos, pero tenía mujer y un hijo aceptado, aunque no reconocido.

Nunca había visto esa estatua de Don José María, en la avenida que lleva su nombre, allá en Ecatepec, donde murió.

En realidad lo murieron, pero ese monumento no era el de siempre, parecía un pequeño dinosaurio saliendo del cascarón, el brazo levantado, mentándonos la madre a todos porque no existe aún el país por cuyo nacimiento luchó.

El microbús se acercaba a la parada y yo comía ansias por estar junto al pedestal de la estatua, ¡me urgía llegar antes de que la pintarrajearan los vagos, o la orinaran los perros!

En eso, el cuerpo de aquel que fue uno de los próceres que nos dieron Patria, se transformó en una chamarra de mezclilla al lado de una guitarra, ¡había confundido el brazo del instrumento con el del héroe de mil batallas! ¡La gran silueta era un pinchurriento anuncio espectacular!


miércoles, 13 de abril de 2011

El maravilloso viaje de Dr. Gálvez al Dr. Menguele

El 19 de Junio de 2005, la insurgenteada chingó a su madre para todo aquel que no tenga carro ni pueda pagar un taxi.

El paradero Las Palmas se veía despoblado. Las ventas bajaron de golpe y porrazo con la desaparición de los camiones que antes iban a Indios Verdes. Se les extraña. Un río de hiel corrió por Insurgentes aunque pareciera vacía. Había un sol resplandeciente; pudo ser una tarde muy bella, pero los radios a todo volumen de los microbuses de otras rutas parecían gritos y llantos, voces airadas de protesta; querían ser amenazantes, mas se sabían sometidas. Reservaron sus gargantas para una guerra mejor.

“No hay paso para Insurgentes, regrésese. Tratamos de ser lo menos conflictivos posible. Usted es periodista, ¿verdad? ¡Cierre su puerta! ¡Circule! ¡Aquí no cargues, amigo!”
Ya pensaban hacer más líneas de metrobús en toda la ciudad. Inventaron, con ello, un lugar macabro. ¿Con qué ciencia ficción estuvo hecho el lentobús? Recién terminada la línea 1, del andén al carro había una distancia hasta de treinta centímetros y en algunas estaciones, desnivel.

Como no era posible aceptar negligencia de quienes gobernaban, era preferible pensar en alguna conspiración. ¿No sería que los fabricantes de aparatos ortopédicos se quejaron de que les habían bajado las ventas? A lo mejor, construir esta magna obra fue una medida para aliviar las penurias económicas de médicos y hospitales; los tobillos fracturados en serie hablaron de productividad y generación de empleos. Una máquina de triturar gente no les hubiera quedado mejor; si no me creen, ahí están los continuos accidentes en la línea que va de Tacubaya a Tepalcates.

Al salir de Dr. Gálvez, la sensación de dominio, si es que alguien la disfrutó, la seguirá teniendo el chofer. A la derecha de su asiento, donde estaría la puerta de acceso en un autobús, está la salida de emergencia de la cual hará uso sin vacilar en caso de que el pasaje quiera lincharlo. No hay mucha diferencia entre metrobús y microbús. En ambos casos es manejar. De no ser por el tubo que separa los asientos de su área de trabajo, me canso, me fatigo y me extenúo que antes de llegar a Félix Cuevas, más de uno tiraría el arpa.

Únicamente de lejos se puede ver la zona azul y oro, la cultura expedita del Teatro Insurgentes y Radio Mil. El refinamiento que venden los restaurantes de lujo, aparte de que algunos nunca lo hemos podido degustar, ya ni siquiera lo vamos a oler. Al bar la Envidia y al Chippendale les han salido patitas y se van, se van, se van, dejándonos apretujados y más hundidos que el parque, más azules que el estadio de no poder respirar. Aquí vamos como reses en la lidia citadina, intentando mansamente aquerenciarnos con este ya no tan nuevo toril.
Arriba, los carteristas hacen su agosto y septiembre; abajo los ruleteros, caimanes contra pirañas. Revolución es un circo. A partir de Tlatelolco, lugares abandonados que han florecido a güevo. San Simón cuenta rápido su historia. Circuito, que es un andén muy pequeño, casi, casi una covacha, hoy estación de transbordo que nos remite a la idea de que no andaban tan perdidos los del gobierno. La costumbre nos impide ver que ellos nunca andan perdidos: tienen ya una visión de cómo serán las ciudades dentro de cincuenta años.
 Todo el viaje es un delirio. El paradero La Raza quiere ser, a su manera, un pedacito del tianguis del año de Tlatelolco y la Gran Tenochtitlan, luego, en Potrero, se siente la cercanía de la Diosa. Unos dicen que es Tonantzin y otros, la Virgen María. Euskaro, el idioma de Zurriaga, pues dicen las malas lenguas que Juan Diego hablaba en náhuatl y el otro le contestaba dos que tres palabras raras y no se podían entender. Aquel 18 de marzo que tanto se conmemora con un campo deportivo, nos dice, a vuelta de rueda, que nos vamos acercando. La explanada de Indios Verdes, la que se ve desde arriba, desde el puente que nos brinda la ilusión de que el tablero sí puede verse completo. ¿A qué hora viene el doctor Menguele?


martes, 12 de abril de 2011

De drogas y golosinas

¿Qué tan cafeteros somos? Me confieso tomadora de café, aunque la hora a la que lo disfruto es en la mañana, al desayunar. Después tiene que ser con leche, frío, con Chantilly, cosas que lo hagan parecer un helado.
Estamos viviendo una época difícil. Me gustaría saber, lectores, qué piensan al respecto. Hoy en día que hay tantas adicciones, debemos estar con los ojos abiertos. No se si sea susceptibilidad mía, pero tengo la impresión de que los alimentos están siendo valorados como drogas. No vaya a ser que el día menos pensado, a una persona desnutrida y en pobreza extrema, se la catalogue como que tiene síndrome de abstinencia... y se le de tratamiento psiquiátrico en lugar de darle de comer...

sábado, 9 de abril de 2011

De corrientes qué seguir

Contemplemos la belleza del paisaje urbano. Este es el Río de los Remedios. Está cerca de la Pirámide de Tenayuca. Si desea deleitarse con sutiles fragancias a podrido, no deje de aspirar con fruición el suave aroma a mentada de madre. Desde luego que virus,  bacterias y fauna nociva encuentran en este y otros sitios un paraíso.
Hablando de paraísos, para qué importamos super bacterias del agua sagrada de ningún santuario de La India, aquí tenemos nuestro Ganges, ¿qué tal si decimos que es el río sagrado para comunicarse con la Virgen allá en la Villa? Es excelente caldo de cultivo para que la gran diva de la guerra bacteriológica, la super bacteria se digne posar sus pelos y sus patotas. Creeremos en milagros.

viernes, 8 de abril de 2011

Microbios a la carta

Ya mero nos preguntan que cómo la queremos, con pelos o sin pelos. No hallan qué inventar para tener atemorizada y enferma a la gente. Como el AH1N1 ya no le da miedo a nadie, pues ahí están estas cositas, a ver ahora qué más. Lo que no me explico, es por qué un truco tan viejo y super analizado sigue dando buen resultado. ¿Será que el número de tontos sigue siendo infinito? Desde luego, los medios, haciendo su chamba.

domingo, 3 de abril de 2011

TRAS LAS FALDAS DEL CHIQUIHÜITE.

¡Ah! Cuautepec de Madero,
de vivir a rajatabla
y deslomarse en lo incierto.
Cual chichimecas modernos
los habitantes de ahora
caminan sin darse cuenta
que llevan puesta la historia:
el pleito con Tlalnepantla
de hace ciento setenta años.
Los burros con sus arrieros
que iban hasta La Pastora,
camiones desvencijados
que, con muchas reticencias,
cruzaban la vía del tren.
¿Quién hubiera dicho entonces
que unos simples comerciantes
iban a crecer allí?       
Todavía muchos recuerdan
el ojo de agua en El Carmen,
esa iglesia tan bonita,
 un rinconcito de paz.
La mojonera gigante,
es el Reclusorio Norte.
Desde allá, en el Barrio Alto,
defiende con candidez
el derecho del chilango
a seguir siendo defeño.
Más arribita del cerro
hay una universidad
y una parroquia pequeña
que acabaron de construir
allá en el siglo dieciocho.
Las palomas, alevosas,
caminaron por los nichos
y llegó Antropología
a ponerles una malla
que los acabó de afear.
En el zoclo de la entrada
la vasqueada de un borracho
exhibe impúdicamente
la tristeza y esperanza,
deambulantes del lugar.
¿Qué peleaba Tlalnepantla,
si era la “Tierra de Enmedio”,
buen intento de los frailes
para establecer la paz?
Tenayuca era enemiga
de los pueblos otomíes,
y de aquella raza fueron
quienes osaron vivir
en Laguna Ticomán.
¿Qué peleaba Tlalnepantla,
si era una tierra neutral?
¿Será que hizo suyo un día
el rencor tenayuquense,
y por tener algo propio
quiso apañar Cuautepec?
¿Quería demostrar acaso
que del guerrero mexica
aún quedaban resabios
y la gresca rediviva
con el bárbaro otomí?
Todavía en los años treinta
del siglo que terminó,
fue imperativo construir
el telégrafo, el juzgado,
y más allá, en los setentas,
taponear el ojo de agua,
el oasis que la gente
ya nunca más volvió a ver.




miércoles, 30 de marzo de 2011

Palabras de órdago

A
Esta palabra -y sus derivados-, la conocí cuando era niña. La decía mi madre, aunque no la pronunciaba como es. Ella decía “atanchado”, “luego, luego, te atanchas”, “nada de atancharse, ¿lo oyeron?”
Por la forma en que la usaba, concebí la idea de que significaba cosas tales como perezoso, desganado, indolente. Y así aprendimos, mis hermanos y yo a disfrazar el miedo con flojera.
Hoy descubro que mi madre en realidad quería que sus hijos fueran valientes y le enojaba darse cuenta de que estaba logrando lo contrario. Puedo imaginar que tal vez le haya dolido nuestro miedo, porque demostrarlo es una forma de rechazo; y para cualquier madre, es motivo de dolor que sus hijos la rechacen.
Achantado.- Intimidado, acobardado.
Achantar.- Intimidar, quitar la presunción o hacer callar a alguien, haciéndole sentir la propia superioridad o fuerza.
Achantamiento.- Acción de acobardarse.
Achantarse.- Esconderse o agazaparse mientras dura un peligro. Achicarse. Abandonar la actitud arrogante o permanecer callado.
Este otro tesorito lingüístico, mamá empezó a usarlo cuando iba de una religión a otra sin comprometerse en realidad con ninguna. Según ella, estaba fascinada por tanto “ser aclarado” que iba conociendo. Ya no se si usaba la jerigonza de alguna de las sectas que visitaba o fue un sarcasmo que inventó para referirse a los líderes de esos grupos, porque ella, igual que ahora mi hermana, presumía de saber cosas que los demás ignoraban.
Aclararse.- Darse cuenta, percatarse. Usado en frase negativa generalmente, para aludir al despiste, atolondramiento o ingenuidad de una persona.
Ala.- “Las del ala”, las pesetas consabidas. Esta palabra pasó a uso mexicano en forma de “los del águila”, los pesos consabidos, y, por lo tanto, se dice, por ejemplo, “te cuesta diez mil del águila”, es decir, diez mil pesos. Aunque esta expresión la usan más las personas que rebasan los sesenta años de edad en este momento, que estamos en el año 2011.
He aquí cómo un término que no es grosería, puede pasar a serlo. A las palabras nosotros les damos el valor, todo es cuestión de cómo las usemos.
Amigo.- Amante. Persona con la que se mantienen relaciones amorosas irregulares.
Apoquinar es un verbo que se conjugaba mucho en casa. Creo que determinó la mala relación que tengo con el dinero. Allí nadie debía dar nada gustosamente. El gozo de que no faltaran alimento ni comodidades, era algo impensable. Todos teníamos que apoquinar, y esto es literal, es decir, que si no dábamos con disgusto reprimido, si dar no nos provocaba quedarnos sin nada, la aportación no valía.
Apoquinar.- Pagar o dar cierta cantidad de dinero, generalmente, se entiende, de mala gana.

martes, 29 de marzo de 2011

10 de Mayo del 2008

Promete ser un viaje a toda madre. Hace unos cinco años, vine a preguntar cuánto costaba un pasaje a Oaxaca. Por sesenta pesos podía haberme montado en uno de esos dinosaurios y galopar once horas hasta la Verde Antequera. Creo que no me resultó tan atractivo ante la existencia de los bólidos de la ADO.
        
         Esto es un metrotote. Pasé por debajo del puente de Tlatelolco. Siempre había sido un misterio para mí todo ese revoltijo de vías que no acababan de entrar en desuso.
        
         Estoy mirando algo del México que vieron nuestros antepasados. Escucho ahora mismo a una mujer conversar con su marido: “…aquí llegaban las cuadrillas y de aquí las mandaban a Lechería…”, “…ya pasamos por Pantaco…”, “¿sabes qué es lo que le falta para ser tren? ¡Que se suban y que te empiecen a vender cosas!”
        
         La estación Fortuna queda muy cerca de La Villa. Son asombrosas muchísimas cosas además de la rapidez con que estuve en Lechería. ¡Todavía hay gente que recuerda cómo era el movimiento de los antiguos trenes y de las últimas locomotoras de vapor! ¡Gente que trabajó en Ferrocarriles Nacionales de México, pero que no laborará en Ferrocarriles Suburbanos, S.A. de C.V.!
        
         Nada más siete estaciones y se está a muchos kilómetros de la ciudad, saboreando las delicias del smog de la zona industrial aledaña a Tepotzotlán.
        
         ¡Ah, si Juan Diego viviera! Llegaría más a tiempo de que la Virgen le hable…

domingo, 27 de marzo de 2011

Hola a todos

A guisa de bienvenida, quiero invitar a los internautas de las letras para colaborar en la formaciòn de nuestro diccionario de palabras malsonantes, y de este modo, hacerle honor al nombre del blog. Se trata de aumentar nuestro bagaje de conocimientos y al mismo tiempo descubrir en què estriba la altisonancia de las majaderìas que tengamos a bien encontrar y por què se han ganado, en la evoluciòn de nuestro idioma, el lugar privilegiado que tienen. Son las voces de la ira.


http://www.cepvi.com/consultas/ira.shtml


Un abrazo para todos.