Sin percatarse de las diferencias entre un miércoles y un
domingo, se levanta. Antes de acordarse
tan siquiera de ir al baño, enciende el ordenador. Sin fijarse ni en la hora,
aunque la tenga ahí, con letrotas, en la pantalla, hace click en la opción
“Escritorio”, que le enseña el menú.
Clica “Internet”.
Apenas puede esperar a que la máquina tome su tiempo para abrir el
navegador. Lo primero que ve, después de escribir el correo@vueltalanoria.com y
dar gracias a la Web por haber tenido la iniciativa de no guardar contraseña
alguna para obligarse a ejercitar la memoria, contempla, con éxtasis, un vídeo
en el que la gente celebra el cumpleaños de Andrea, indigente de Europa, como
indigentes hay en toda ciudad y país que se respete.
Acá, del otro lado del mundo, cayó en desuso llamarles
pordioseros. Se les dice “personas en situación decalle”. Nadie voltea a
verlas. En los gloriosos cincuenta del siglo pasado, los turistas de Extranjia
las capturaron con sus cámaras fotográficas, cosa que avergonzó a quienes eran los gobernantes. Se les retiró del
Zócalo, Paseo de la Reforma, se continuó presumiendo la belleza de la antigua Ciudad de los Palacios y todos contentos.
En Japón han sido más prácticos: allá tampoco son
limosneros; les dicen hikikomori y han obligado a sus familias a mantenerlos.
De esa manera se han evitado el costo de los operativos para retirarlos de las
calles y la creación de albergues.
Contempla en la pantalla la expresión de júbilo de Andrea,
que lanza un globo amarillo y pide el deseo de que todos los que están ahí,
rodeándola, sean felices.
La mente divaga de la mano del mouse y refuerza la idea de
que se es cosmopolita, cult@ y en ese continuo e inducido dejavu, se olvida el
hambre, el frío y hasta las ganas de mear.