(dedicado a Rafapal)
Rigor solar, aridez. El hombre de turbante blanco, rodeado de automóviles, pancartas y aparatos
de sonido, jugaba a predicar en el desierto. Lo femenino ausente, motivo de su
querella, empezaba a rebelarse hasta acá, del otro lado. Del charco y de la
pantalla.
Con la izquierda sostuve el audífono. Con la
diestra, moví el mouse para que la imagen durara veinte minutos más. Besé con
voracidad cada palabra salida de su boca: Al
sistema le interesan los eunucos… La
testosterona es insumisa, por eso dicen que es mala, y como yo no quiero ser de
los malos, ¡pues me hago mariquita!... ¡Nos han jodido!... Cuanta más homosexualidad hay, peor están las
relaciones entre hombres y mujeres… así que adiós, voy a meterme en el armario…
En las pancartas, destacaba el anuncio de una
empresa que no llegó a constituirse por problemas entre los socios: Demoliciones Bu$hladen, S.A. Los cuatro
vientos leyeron que Es el año 007 de los
Iluminati, Bilderberg… Gracias al terrorismo, la pobreza no es problema… y
como los cuatro vientos nunca soplan donde es pertinente, no tuve cabeza fría, no
entendí por qué, gracias al problema, la
pobreza no aterroriza, ni aterriza…
La progesterona tampoco es dócil. Asistí al hecho porque quise tener entre las
manos esas mejillas impecables. Busqué
reflejo en los ojos tristes, fuertes, escrutadores. Ya no pude tener ni una
duda cuando quise adivinar su olor, me vi acariciándole el cuello y conté, como
si fuera un rosario, los eslabones de la cadena que sostenía su dije.
Click
del mouse. Enfundado en un abrigo gris y unos gruesos pantalones negros, el
hombre del turbante blanco había pasado a ser de la boina roja. Pensé en un gorro frigio. Y tuve la frivolidad de traer a la
mente una música de zarzuela, mientras en el vídeo, toda la gente marchaba en
protesta por el 11M.
Por la
calle de Alcalá/ con la falda almidoná/ y los nardos apoyaos en la cadera/ la
florista viene y va/ y sonríe descará… se confundió
con los gritos ¡NO FUE LA ETA, LO HIZO LA
OTAN..!
Una vez más, me di banquete de palabras: Pues yo soy Rafael Palacios, me conocen como Rafapal en Internet, y bueno, hoy es el día
que la derecha y la izquierda se unen, en este caso en España, para decir qué
es la verdad de qué es lo que pasa con el terrorismo… El buen mozo no me
ve, ni me dice venga usted a ponerme en
la solapa lo que quiera…
Otro dedazo. Sin gorra ni turbante, en su palacio, tal como dijo la reportera que lo entrevistó,
parecía un rey. Con ropa cómoda, de invierno,
sentado con las piernas cruzadas, en una posición de yoga cercana a la
flor de loto, amenazó con levitar por encima del sofá. Entonces, decretó: Cualquier dios que se diga como tal y que solo sea dios para un cierto
grupo de personas, ontológicamente no puede ser el dios verdadero. Flechazo.
Directo y a la cabeza. Hice a un lado
cualquier pensamiento de celos. ¡No era yo la mujer que estaba sentada a su
lado en el vídeo, y punto!
Hay algo de verdad en lo que escuché de la
fobia al sexo opuesto. Y a las jerarquías. Pero más enseñaron con sus cuerpos.
Ella, con la pierna izquierda cruzada sobre la derecha, avanzó en el diálogo
con su muleta de cambiar un poco de tema,
y ya para terminar un poco, y el micrófono, como la florista de Alcalá, iba
y venía. La reportera hurgó en el ambiente con la mano libre. Hizo juegos
malabares y encontró nuevas ideas para seguir conversando.
Mi amigo el mouse, me llevó a otro sitio. Una
entrevista del hombre de mis deseos a un argentino raro. El único humilde que
debe existir. Rafapal formuló la primera pregunta para José Luis Parise: Bueno, eh… estamos en
el dos mil once… el dos mil diez fue el… yo creo, el Año Nassim Haramein en las
redes de conciencia… del planeta, pues
apareció ese… ese ser, con esa cantidad de información a caballo entre la ciencia
y la mística y… bueno, aquí como en el mundo, digamos…
¡Nassim! ¡Haramein! Dos palabras que me
sonaron a clave, ¡del árabe o del hebreo! Las conversaciones entre hombres
suelen ser herméticas y las mujeres, a menudo, tenemos que violar el
hermetismo.
La entrevista, pese a estar publicada en
Internet, era muy íntima. Tuve la sensación de estar escuchando detrás de la
puerta algo que no me correspondía. Es delicioso oír hablar a los hombres. Y
doloroso aceptar que nunca han departido con nosotras con ese mismo respeto.
Nassim Haramein es un fisicomatemático suizo que da conferencias por todo el globo
terráqueo acerca de fractales, geometría analítica y todas esas cosas por las
que me reprobaron en preparatoria. Él habla de átomos y física cuántica como si
estuviera dando una función de comedia stand up. Si los profesores fueran así de divertidos,
no se si a todo mundo le gustaran los números, pero estoy segura de que nadie
reprobaría.
La entrevista Parise-Palacios transcurrió serena. Rostros complacidos, sonrisas, interés mutuo, cercanía emocional. Ambos narraron anécdotas de sus respectivas iniciaciones en el camino del conocimiento esotérico. Tuvieron encuentros significativos con animales. José Luis con un toro y mi amor platónico, en su viaje a La India, con un mono que se comió la punta de uno de sus zapatos. Empecé a imaginar dónde le hubiera dado a él la mordida, de haber sido yo ese animal.
Cambió la imagen. Y el audio. Un alarido puso ante mí a Rafapal con el torso desnudo, acostado en un tapete sobre dos tablas.
El psicólogo venido a curandero, le pasó las
manos por encima de los ojos, ¡y lo cacheteó! No lo podía creer. El hombre
especializado en armar pollos en los aeropuertos, bramaba, obediente, ¡y se dejaba
golpear! ¡Tenía que entender por qué, aunque eso implicara olvidar la fantasía
de hundir la nariz en el vellón de su panza! Aunque ya no le pasara los labios
por ahí del ombligo… ni acariciara su cintura…
Antonio Calderón pasó una y otra vez las yemas de los dedos en el cuerpo rafapaliano,
hasta que salieron vivencias de otras épocas: latigazos en la espalda, a la
altura del hombro derecho, huellas de
una cuerda en el cuello y un hachazo por el rumbo del diafragma, todo eso
recibido y soportado como combatiente.
Rafael Palacios mencionó a Espartaco. ¿Quién pudo haber sido, si es que vivió
en ese tiempo de esclavos y gladiadores? Mi cachondez propuso que me sintiera
Varinia, que me asumiera acostada bocabajo, sobre él, y le susurrara al oído: Aguanta, aguanta un poco, que te lo quitan
de una vez y por toda la eternidad…
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