viernes, 6 de diciembre de 2013

Para meter la cuchara

-¡Pues yo no sé cómo se hacen de chivo los tamales! –dijo y media vuelta. No la volvieron a ver. Por un momento creyeron que podrían quitar el anuncio, que ya estaría ahí la nueva cocinera y no tendrían que aguantar el armatoste, que me suplieron con la mano en la cintura, pero no. A esperar otro día. Lo peor de todo es que esa muchacha sí que sabía cómo preparar la masa. Cualquiera cuece la carne y muele chile, tomate y cebolla, pero lo difícil es lo difícil. 

El negocio no anda bien, apenas hay para comprar
soya, pero preparada con la salsa que sería para la carne de cerdo, se venden igual. ¡La gente no sabe, llega con hambre, se lo come y no pregunta! Por un momento pensé que esa muchacha se quedaría con mi puesto, pero no quiso hacer la receta especial… a veces, la gente va por la vida con muchos escrúpulos.  

Ya les irá pesando haberme sacado del negocio. Les di muchos consejos para ahorrar dinero, pero sin alguien que cocine como yo, que cocine lo que yo… lo dudo mucho. 

El Esteban está otra vez con ojeras. También ahí le hago falta. Su respetable señora, con cara de caca llovida, lo único que hace bien es cortarle la inspiración. Hace de lava platos. ¡Lavaplatos con dinero! ¡Ja, ja, ja! No puede ser mesera. Da mal aspecto ahí con los clientes. ¿Quién le mandó tener
viruela de niña? Paciencia… regresaré, me va a volver a buscar… paciencia… a fuego lento, las cosas agarran sabor