miércoles, 25 de mayo de 2011

Palabras de Órdago B

Palabras de Órdago B

Bárbaro
Escuchar “¡qué bárbaro (a)!” en casa, era la señal de que algo estaba pasando. Cuando no era mi madre, eran las tías y si no, las sirvientas. Como lo decían siempre que les impresionaba algo, entendí que bárbaro es lo que destaca. Por muy bueno, o por muy malo.
Curiosamente, papá y Alejandro jamás la pronunciaron. Creo que para ellos nada era bárbaro. Tal vez tenían chance de usar expresiones más enjundiosas. Para ellos, los hombres tenían derecho a las groserías, siempre y cuando las dijeran con cara de palo.
El acabose fue cuando tuve, en la escuela, una compañera Bárbara. Nunca entendí por qué sus padres le pusieron así. Hay nombres propios que más parecen apodos. La misoginia se manifiesta en formas muy sutiles. No es gratuito que una palabra que significa formidable, extraordinario, extranjero, inculto, grosero y cruel, sea nombre de mujer.

Barrio
Para mamá sería una ofensa si yo hablara del barrio en el que vivo. Siempre se nos dio a entender, a mis hermanos y a mí, que un barrio era un lugar pobre y que toda la gente que vivía en un barrio era menesterosa y desgraciada. Peor tantito cuando me di cuenta de que a los panteones les dicen “el otro barrio”. Mandar a alguien al otro barrio significa matarle.
Las palabras se vuelven groserías en la proporción en que sacan a relucir situaciones de carencia económica, afectiva, o simplemente, no tener vida.

Bemoles
En música, “bemoles” son las notas intermedias en una escala ascendente. Cuando la escala va en sentido contrario, esas mismas notas se llaman “sostenidos”. La presencia de bemoles y sostenidos en una partitura, determina el grado de dificultad de ejecución de una pieza.
En casa se usaba la palabra “bemol” para remarcar que algo era difícil de conseguir. Al oír hablar a los adultos de la familia de cosas que tienen bemoles, me echaba a temblar. Creo que eso fue lo que cooperó para que no pudiera aprender nada de piano, pues al decir la maestra, en la escuela, “¡fíjate bien, aquí tiene un bemol!”, yo ya no ataba ni desataba. ¡Y pensar que en casa nunca vieron el tablero completo! En la vida todo tiene bemoles y sostenidos, pero no es nada que no podamos resolver.

Barbaján
En casa había tal violencia, que creía que esta palabra era el nombre de papá. De acuerdo con el diccionario, todavía en mis años de infancia se usaba en México y Cuba para referirse a un hombre rústico, es decir, un campesino.
Hoy en día poco se le oye y cuando alguien la dice, es para señalar a un hombre grosero y desconsiderado en su trato con las mujeres. Que ese era el significado con el que más me familiaricé, mamá se encargó de ello.
Papá era hijo de campesinos. Ricos, pero no urbanizados. Al venirme a la mente la cara encabronada de mamá llamándolo barbaján, ya no se si en verdad le reclamaba por alguna grosería o simplemente le estaba echando en cara su origen campirano.

Bestia
Se dice de la persona cuyos atributos son el uso de palabras o modales groseros, echar mano de la fuerza antes que de otra cualidad. Torpeza e ignorancia. Dominado por cualquier instinto.
Se usa como insulto para destacar cualquier detalle que acerque al insultado a la condición de animal. Luego entonces, el regalito puede llevárselo quien tenga robustez, fuerza y una gran musculatura, impulsividad, ¡cualidades a lo bestia!
Papá y mamá hacían mucho hincapié en la nutrición, en lo que nos daban de comer, en lo fuertes y bien dadotes que estábamos mis hermanos y yo. Para ellos éramos tremendos, descomunales, magníficos, extraordinarios, impresionantes, formidables, estupendos, para bien o para mal. Y teníamos que ser forzosamente bestiales. Las medias tintas ahí jamás funcionaron.

Braguetazo
Golpe dado con la bragueta. En realidad esa es la definición tal cual. Nada tendría qué ver la boda de un hombre pobre con una mujer rica y/o de clase social más elevada, si “Braguetazo” no fuera derivado de bragueta, que es la abertura del pantalón, palabra embarrada de un tabú, por que da la casualidad de que la abertura, en pantalones para hombres, es delantera para que ellos no tengan dificultades al momento de orinar, un motivo práctico.
¡Pero qué caro ha pagado “bragueta” el haber sido designada la puerta de fácil acceso a los genitales masculinos! Eso ha convertido en groserías a todos los miembros de su familia. Ser un hombre de bragueta, por ejemplo, tiene dos significados: cogelón o muy valiente. Y como ya conocemos la inclinación de los seres humanos por señalar el defecto, pues el concepto más socorrido es fácil de suponer. Lo mismo ocurre con “braguetero”. ¿Por qué quiere decir lujurioso o mujeriego, si bien podría ser obrero especialista en la fabricación de braguetas?
En corte y confección, tienen bragueta las faldas además de los pantalones y no solamente es la abertura delantera; puede ir a la izquierda o por detrás.

Bruto
En una familia como la mía, el que se conduce con brutalidad es quien llena las expectativas de lo que mamá, o papá, o cualquier adulto, espera del comportamiento de un menor. Aunque se plantee la alternativa de ser muy neto, se procede a la exclusión de quien la elige.
En la vida también se precisa del adorno, de la parafernalia que ayude a salir por peteneras, para ser irracional cuando conviene y brutear un poco, o más bien, hacerlo en la medida que se quiera parecer intelectual.
Mis hermanos y yo no fuimos en realidad hijos de familia, sino más bien una especie de producto interno bruto. Diamantes en bruto, decían a veces mamá y la abuela, cuando trataban de convencernos de que éramos necios, incapaces, toscos, pero eso sí, ¡brutales!

Burrada
Papá me enseñó la palabra. Para él, todos mis alcances se reducían a hacer burradas. Mis logros no podían tener otro nombre. Entonces, lo comencé a burrear. Lo supe la primera vez que lo imité y mis hermanos me servían de público. Aún conservo la posibilidad de hacer la voz que me sirvió para arremedarlo: “Además, yo no estoy pintado. Me tienen que pedir permiso”.
Mis hermanos tenían los ojos del tamaño de un plato cuando llegó papá. Todo se esperaban, menos lo que pasó: estaba muerto de risa, pero quería parecer enojado y entonces dijo: “Muy bonito”, me dio un beso y nos llamó a cenar.

Buscona
Esta palabra pertenece a la familia del verbo buscar. Es claro, entonces, que todavía está muy mal visto que una mujer haga diligencias para encontrar algo, porque puede resultar irritante y provocar el caos en la vida de quienes la rodean.
Especialmente irritante y provocativa para los hombres que se acercan con intenciones ocultas, porque quieren las ventajas de tener una compañera, pero sin asumir los riesgos de la convivencia.
Indagar, pesquisar, explorar, registrar, hurgar, sondear, investigar, inquirir y escudriñar son cosas que una no debe hacer, so pena de perder el estilo, ¡dejar de ser femenina y decente! Pero sin una ración, aunque sea pulguística de busconería, no habría mujer que tuviera oficio al lado de ningún señor.

domingo, 15 de mayo de 2011

Las muertes de Ilhuitlaltepetl

En ese Pueblo de Fiesta hay muertes que lamentar. Son cuatro. Están en un altar grande que antes era de la Virgen. Ya no sé si realmente tienen o soy yo quien les atribuye algo maligno, porque sentí raro y feo al contemplar las estatuas, vestidas dos de ellas con ropas azules y doradas con tocado y encajes. Esas imágenes tienen, además, sendas pelucas Las otras están calvas; una se viste de rojo y trae el mundo en la mano izquierda y la otra, vestida de fraile, con una guadaña en la mano derecha.

Ni punto de comparación con las calacas de chocolate y azúcar que comemos el Día de Muertos. Nada qué ver con las ofrendas del 31 de octubre al 2 de noviembre, para conmemorar a los muertos y recordar que nosotros también moriremos el día menos pensado. Estas muertes no tienen nada de chusco, no me imagino a la Catrina ni a ninguna calaca de José Guadalupe Posada encaramada en semejante nicho, con una ofrenda por demás deslucida, no importa que haya manzanas embadurnadas con miel, agua, incienso, comida chatarra, alegrías cocadas, palanquetas y pepitorias, vino, veladoras, aguardiente. No había cempasúchiles; ni siquiera un arreglo de funeraria. El papel picado brilla por su ausencia, ¡qué lejos del colorido de las tumbas de Mixquic! Hasta las veladoras se perciben apagadas, con todo y que tienen flama.
Me quedé un ratotote para saber en qué estribaba lo feo, qué era exactamente lo raro que sentí, me quedé en Babia. Cuando un ser humano o un animal muere, al terminar el proceso de descomposición del cadáver nada más permanece, casi intacto, el esqueleto; por eso ha pasado a ser la calavera pelona el símbolo de la muerte, pero la muerte no es buena ni mala. Es un fenómeno natural.

El emblema de la calavera y los fémures cruzados en medio de una bandera negra, era la insignia universal de los piratas. Es dibujo que aún se usa en los frascos de veneno para advertir el peligro de muerte. Las amenazas de esa índole son el “ábrete sésamo” de los delincuentes.

Morir es un verbo y puede ser conjugado en todos los tiempos y personas. Es una especie de superlativo sin la partícula muy o la terminación ísimo: al morir de ganas de algo, no hacemos más que buscar imperiosamente restablecer las condiciones que nos permitirán seguir vivos; no es más que desear algo con toda la fiereza que nuestra vitalidad nos permite. Cuando estamos muertos de algo, estamos más vivos que nunca.

La Santa Muerte, la Mujer Inviolada, bueno, sí es una virgen, pero, ¿santa? ¿A santo de qué? Sí que conviene escuchar el testimonio de aquellos que se han convertido a ese culto; revela cosas interesantes:

“Cuando me critican, les digo que nadie va a disponer de mi vida sino Dios y que la Santa nos va a llevar a todos”, “Mi marido estaba a punto de morir, pero gracias a Dios y a ella se salvó”, “Ella era antes un ángel de Dios, pero cuando se llevaba un alma sufría mucho y por eso Diosito la hizo así, sin ojos ni oídos, para que no viera ni oyera nada” ¿Cómo es entonces que oye las plegarias de la gente y ve los sufrimientos en el mundo? “Ella se pone triste cuando la usan para el mal”, ¡pero concede lo que se le pide! ¡Qué cómodo! Convertirse a una religión en la que jamás se corre el riesgo de ofender a la deidad; nada más se la entristece, como a cualquier persona enferma, que no dice ni hace nada y acepta maltratos, rechazos, y se deja utilizar.

¿Qué tan bueno es poner a la Muerte como el sustituto de todas aquellas personas o cosas con las que podemos obsesionarnos y hacer de ello una religión? ¿Servirá de veras para revertir las tendencias de una personalidad enfermiza? A la Santa Muerte se le reza; a las personas se les dice lo que quieren oír, a la Parca se le hacen ofrendas; a la gente regalos. En toda relación patológica hay objetos que sirven de ancla; en la religión hay imágenes bendecidas, veladoras, misales, escapularios, amuletos, escudos simbólicos que nos hacen sentir que el santo de nuestra devoción nos cubre las espaldas.

Una versión moderna del escapulario puede ser el chaleco antibalas que usan los policías, que a la hora de los cocolazos nomás les sirve de adorno y a muchos de ellos, les queda más de brassiere.


miércoles, 4 de mayo de 2011

Mi puerta de entrada al mundo

Cuando supe que mis padres habían vivido en la Roma en la época en que me esperaban, comprendí por qué esa colonia me gusta.
         Aunque el parto de Esperanza fue atendido en un hospital ubicado en San Miguel Chapultepec, a un pasito de Tacubaya, siento más bien aversión hacia ese rumbo. Mi nido son esas calles con nombres de estados y ciudades de mi Patria.
         Me gusta su imagen: glorias pasadas y blasones carcomidos por las ratas; fantasmas de riqueza que pululan en el viento. Camino por las calles y contemplo vetustas mansiones convertidas en vecindades.
         Imagino, como si recordara, a los ricos porfirianos: entran y salen de las casas, abordan carruajes, presumen corpiños, polisones, abanicos, fistoles y levitas. Los que montan a caballo vienen caracoleando y las manos enguantadas se mueven en un saludo que encubre la sonrisa despectiva.
         La pobreza y la opulencia son comadres que se ven de vez en cuando y se saludan de beso. Una envidia lo estirado; la otra quiere libertad y se hieren con los ojos o se matan con silencios. Esos rotos y catrines que no nos pudieron ver, ¿nos podían imaginar?
         Mi puerta de entrada al mundo fue la colonia Roma. Dicho al revés: se ama al prójimo, a sus bienes y a uno mismo. Se ama al perro, al indigente y a veces, se finge amor. Tal vez no he sido querida, pero ahí me quiero ver. No siempre vivo feliz, pero ahí pude ser yo.