jueves, 27 de diciembre de 2012

Los nuevos señores, los nuevos villanos


XI

Diluyendo la maldad

En tu época de hija de familia, estabas ilusionada con el dinero, aunque te creyeras angustiada por la falta de él dijo el saurio de nuestro corazón a La Afanadora y dio un sorbo a su café. Masticó rápidamente su galleta y continuó. –¡Date cuenta, dejaste tu lugar de origen nada más para repetir! Aquí, por un golpe de suerte no pagas renta; allá, con tu gente, pensabas que el dinero que aportabas sólo servía para medio ayudar con el gasto. Ellos insistieron en seguirte manteniendo para que pensaras que lo tuyo no servía. Es la mejor manera de inutilizar a una persona. Allá aceptabas que tu familia te ninguneara; ahora puedes ir de rajiche a la delegación y eso te da la idea de que te estás defendiendo. En realidad, nada más ayudas a una bola de burócratas, que desprecian a todo mundo, a justificar el pan que se comen sin merecerlo –La Afanadora brincó de su silla:

¡Ah! Entonces, ¿lo adecuado era dejar que Lady Manflower entrara a mi casa a robarse lo que le diera la gana? ¿Me estás diciendo que debí quedarme de brazos cruzados cuando 
La Última en Darse Cuenta me golpeó en el zaguán?

Te estoy diciendo que debes aprender a pagar con la misma moneda. Esta gente está buscando que te tropieces.La Afanadora frunció el ceño.

Te hacen y te hacen cosas para que vayas y estés allá, queja tras queja, y el día menos pensado, te la van a voltear y quedarás detenida. No te han perdonado que te hayas puesto del lado de La Princesa de las Corrientes Antipsiquiátricas y Contraculturales cuando le vaciaron su casa, ni te lo piensan perdonar en lo futuro.

La Afanadora guardó silencio. Se bebió de un trago lo que restaba de su taza de café. Y se mantuvo en la conclusión de que hizo lo adecuado. En la delegación se levantó el acta en contra de la vecina que la amenazó. Si fuera cierto lo que afirmaba su mascota, no habrían sucedido las cosas como se dieron.



En la audiencia con el Juez Cívico, La Suprema Reina de la Muleta Ficticia se quedó sin habla. La Afanadora Constante presentó una película en la que se veía a la señora caminar por el pasillo sin sus muletas, además de subir y bajar escaleras. En una toma cargaba dos cubetas llenas de agua; en otra, subió peldaños de dos en dos y bajó con un montón de ropa seca, por lo cual no se agarraba del pasamano.

No pensó que su imagen fuera a ser apreciada por tan altas mercedes. El agente del Ministerio Público y su séquito de achichincles miraban el celular en cuya pantalla lucía La Suprema Reina, avejentada, pero muy fotogénica. Con sus dos cubetas de 20 litros de agua cada una, hizo equilibrios y se dio el gusto de empujar, con un puntapié, al pequeñito que gateaba por ahí. La Afanadora, en pleno tribunal, se la sentenció. Si volvía a intentar algo en contra de ella, le enseñaría el vídeo a la madre de ese bebé, ¡para que deveras tenga por qué andar con muletas, vieja simuladora horrible!

Y así, la vieja simuladora sintió tan horrible que regresó al momento en que cargaba toda esa ropa seca. El aroma del suavizante la hacía feliz. Por eso era la expresión tan contenta. Ni se dio cuenta de que estaba siendo filmada. Ahora lo venía a saber y se sentía impotente. 

Así se redujo a nada su condición de minusvalía y, aunque se aferró a su reinado, se le vino abajo el sueño de sacar, por ese medio, una pensión que el juez podía haber determinado que pagara La Afanadora.



Eso explica por qué mejor se les dice discapacitados: diz que están capacitados para estorbar con armatostes, para dar y recibir lástima y encontrar tontos que les resuelvan la vida a partir de sentimientos de culpa. ¡Sí que tienen capacidades diferentes! ¡Son expertos en preservar el resentimiento social! Un ser como La Suprema Reina no podría existir si la condición de inválido no fuera, en realidad, envidiable, aunque menos digna que la de un animal. Porque a éste se le sacrifica si tan solo se rompe una pata. Quizá no haya sido tan errática Esparta con su roca Tarpeya. Tal vez, lo bondadoso, en realidad no es tan bueno…

Ambas quedaron advertidas, por igual, de no ofender. Pasaron algunos días y sucedió lo que nunca: ¡La Suprema Reina se levantó a las cinco de la mañana y comenzó a lavar su tambache de ropa! Tenía todos los lavaderos ocupados y no había sitio para nadie más. El dragoncito empujó la lavadora y buscó un sitio que quedara cerca del caño para dirigir ahí la manguera del desagüe, todo esto ante la vecina atónita, La Afanadora, mientras tanto, sacó sus cordones, conectó el aparato, lo llenó de agua con jabón, echó la ropa y, ¡chin! ¡Estaba roto el cordón de tocar tierra!

La Suprema Reina esbozó una sonrisa burlona, pero La Afanadora, sin decir nada, sacó un cuchillo y un desarmador, peló algunos cables de ese cordón y volvió a amarrarlos. Una vez sellados con cinta de aislar, echó a funcionar la máquina. Eso dio al traste con la alegría de La Suprema Reina, que se quedó con las ganas de unos buenos catorrazos que sirvieran de pretexto para volver con el juez.


Dentro de las abominables paredes del edificio, hay iniciativa privada. La vivacidad, en estos sitios, florece en todo su esplendor, al aprovechar las coyunturas de hacerse de bienes materiales, al ser capaz de confiar ciegamente en un tramposo, de sonsacar al galán de la vecina para obtener la llave de su puerta, de agilizar la mente en la creación de mitos y manías, especialmente cuando se anuncia algún ajuste de cuentas; de inventar sencillas tácticas para amenazar con madrazos y lograr que las mulas hagan el trabajo sucio. Siempre hay algo productivo, como celebrar, con quien se deje, tratos que más parecen una película de aventuras. La última aún se comenta, pues hubo todos los elementos de un gran episodio de policías y ladrones: sexo, dinero, una dama en apuros, un villano y un rescatador.

Todo transcurría como siempre en el humilde vecindario. De pronto, se escuchó por todos los pasillos una voz de mujer que gritaba: “¡Güero, güero!”. Y el güero nunca llegó. ¡Vaya! Ni siquiera dijo “aquí estoy”. Por las señas particulares que daba la mujer, La Afanadora dedujo que se trataba Del que no Rompe ni un Plato, pero se guardó muy bien de decir algo. El caso era que esa mujer buscaba al güero incapaz de romper un plato, porque le había entregado diez mil pesos a cambio de un departamento.

La transacción se celebró dos noches antes, en el garaje del edificio, en la parte de los tinacos. Mientras el güero tomaba el tiempo, ya que se encargaba de poner la bomba, convenció a la mujer para que le entregara todos sus ahorros: al cabo te vas a venir a vivir a un lugar mejor y te vas a quitar de pedos, aquí tú, tu situación y ya. Acto seguido, se la cogió y la infeliz partió con una bola de fantasías en la cabeza, pero, dos días después, o sea en ese momento, enfrentó la realidad. El camión de mudanzas esperaba la orden para empezar a bajar los muebles y El que no Rompe ni un Plato jamás apareció. La ilusionada mujer no solo no tomó posesión de ningún departamento. Ahí supo que había sido estafada. Desde entonces, esa parte del garaje es conocida como Los Tinacales del Amor.



El que no Rompe ni un Plato omite mencionar que, una semana después, hubo balazos en las escaleras para que devolviera, al menos, la mitad del dinero. Los niños y –créase o no– algunos adultos, estaban felices porque vivieron momentos de emoción como si fueran de una serie del oeste. ¡Igualito que en la tele!

Y por increíble que parezca, sí hay nuevos inquilinos. Compradores de buena fe que obtuvieron, junto con el pedazo de aire y concreto adquirido, las broncas del vendedor. Incautos que han entregado cifras estratosféricas de dinero por un cuarto o un departamento, para caer en la cuenta, con el tiempo, de que nada más pagaron por ponerse en medio de un juego de pelota y nunca tendrán chance de investigar la procedencia del pelotazo.

Ardelina Borregán platicaba con El Viejito de la Casa de Junto. En la azotea de ese señor estaba el cadáver de su gatita, a la que buscaba desde hacía una semana. Se había dado valor para correr a su Ginecólogo Astral, pues pensó que él había echado al animal a la calle, pero ya revisando, vio la pared del edificio, que mostraba las marcas que había dejado su mascota al intentar agarrarse con las uñas. Había sido arrojada desde la azotea y el mariguano que vivió en su casa era demasiado perezoso. No era lo mismo subir ocho pisos para fumarse un carrujito, que ir, por todas esas escaleras, luchando con un gato. Por lo tanto, no había sido él.

Una y otra vez recorría con la mirada el surco dejado por ese ser que se había ido para siempre, como queriendo ver quién había tenido el corazón de correrlo de este mundo así, sin más y, al estar imaginando, creía ver unas manos femeninas cual tenazas, sujetando esas cuatro patitas, haciendo oídos sordos a cualquier maullido que la infeliz criatura se hubiera atrevido a emitir. Fue todo lo que pudo averiguar, pero bastó y sobró para echarle la viga a La Centroamericana que Recién Llegó.

Decidida a vengar la muerte de su minina subió, pero no encontró a la susodicha, sino un tendedero improvisado en el mismo lugar en que La Afanadora Constante dejaba, alineadas, sus tinajas de agua limpia. Era de la nueva, sin lugar a dudas, porque había pañales y zapatitos de estambre escurriéndose y nadie más tenía bebé. Sin pensarlo, cortó el lazo con las tijeras que llevaba. ¡Eso fue mejor que encajárselas en la panza! Además, quedaría protegida. Estaba asegurado que La Afanadora cargaría con la culpa. ¿Qué otra cosa pensaría la culera Centroamericana? Según ella, no había pierde; pero no contaba con que el dragoncito la vio.

A una palmoteada del saurio, cuerda y ropa volvieron a la normalidad, en las narices de la resentida. Pero eso no fue todo, cuando Ardelina optó por huir, el dragoncito la persiguió y le echó tres o cuatro bocanadas de lumbre directo a las nalgas, para que se fuera educando, por lo que pasadas unas horas, cuando La Afanadora llegó, después de la chamba, todo estaba en paz.



Una noche en calma, era un garbanzo de a libra. El folleto que le habían regalado tenía un artículo que resultaba interesante, aunque en realidad no decía nada nuevo para ella. Sin embargo, se detuvo en un párrafo. Para su gusto, era tendencioso: “…una imagen negativa de la mujer pobre que evoca con claridad la imagen de las madres pobres: inmorales, alcoholizadas, despreocupadas de sus hijos…” pero decía, entre líneas, una verdad. Las mujeres, para tener un poco de dinero, tienen que estar solas, lo que se dice huérfanas. Nadie debe depender de ellas y, aún así, apenas hay para irla pasando.

Había vuelto a la lectura para no hacer corajes, pues eran las tres de la mañana y había sido despertada por unos toquidazos a la puerta: El Salvador Fidedigno, en su estado natural, entiéndase de ebriedad, tamborileó hasta el cansancio. La Afanadora Constante se mantuvo quieta y callada hasta que el clon etílico de Romeo se fue a tiznar a su madre.

Ser mujer sola y vivir en una vecindad es bastante peligroso, más cuando se ha rebasado la treintena. Ya había tenido que sufrir interrogatorios al respecto, por gente que hasta quería comprobar que en realidad era miembro activo del Frente Homosexual de Acción Revolucionaria, pero nadie como La Madre del Salvador Fidedigno de las Fuerzas Eléctricas, que se atrevió a decirle que estaba de remate si pensaba que a su edad se iba a encontrar algo mejor que su hijo, a lo que La Afanadora había contestado que más loca estaba ella si pensaba que, a su edad, estaba afanada en buscar un marido, y agregó:

Mire señora, para mí, el mejor partido es aquel que tiene a su madre muerta. Así que ya lo sabe, si en verdad quiere que acepte a su hijito, ¡haga ya lo que tiene qué hacer! –y le dio con la puerta en las narices.

Si había llegado a la edad que tenía y seguía siendo soltera, su buen trabajo le había costado y, si era cierto que nadie la había querido por mujer, como le gritaron por ahí, pues qué suerte había tenido, porque si ya estaba en la basura, santo y bueno. ¡Pero sola! Nunca refrendaría la basura con casorios o arrejuntes. Al fin y al cabo era de su conocimiento que, ni fue educada para ello, ni se le iba a acercar alguien que realmente la ayudara a mejorar de nivel.