La Muerte llegó a Barajas,
en busca de Rafapal.
Como no lo halló en su casa,
muy enojada se fue.
En una computadora
metióse al blog de Internet
y leyó que el susodicho
a la olimpiada se fue.
Llegó a Londres la Calaca,
los estadios recorrió.
Las campiñas, los suburbios,
¡un crop circle encontró!
En él leyó que el buscado
impartía una conferencia
por el rumbo de Hyde Park.
Hasta allá fue, presurosa,
pero ni ahí dio con él.
Engentada y con fatiga,
en un banco descansó
y le llamó la atención
el orador extranjero
que bien se daba a entender,
pues dominaba el inglés.
En la entrada principal,
el hombre de ronco pecho
le dijo a la multitud
que los saurios gobernantes
ya mero iban a caer,
que unos cuantos días nos faltan
y vendrá la libertad.
La Parca lo escuchó, atenta.
Decidida, se acercó.
Pensó para sus adentros:
El tiempo ya se me acaba,
no aparece Rafapal,
¡pues me llevo a este pelón!
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